domingo, 31 de agosto de 2008

El miedo

II. 31 de agosto del 2008
Hoy es el miedo. Dicen que al avión. Pero no. Nunca le temí a ningún aparato controlado por el hombre. Miedo al viaje. Al desplazamiento del viaje. EL VIAJE. Eso que al Entenado volvió cautivo de una tribu de salvajes, por pasar, de un lado al otro. Lo dejó cautivo en el Paraná y lo volvió Otro. Miedo al viaje. El VIAJE. El volverse Otro en el viaje.

Cuando despierte, Fabián me llevará al avión. Con la má y la Jime y la Lore. Cuando despierte, comenzaré el vuelo al miedo. No al viaje. Al otro del viaje. Y ya no sabré, siquiera, si yo podré seguir escribiendo.

sábado, 30 de agosto de 2008

Preguntas

Alejandra se pregunta qué cambió: –¿Cómo es posible que ahora parezca que primero hay que ser autor; pero sin obra? No es inocente la pregunta. Lo que sí, siempre que la hace; y no es la única vez que la he oído lanzar, hay algo de ambiguo en el gesto y en la entonación con que la hace. No sé si eso que ella percibe como un nuevo fenómeno (“por el cual la literatura ya no es totalmente autónoma, sino que el mercado –con su marca de autor–, o los medios –con sus estrellatos fugaces–, o los dos juntos, han intervenido en ella y la rozan, se deslizan a través, la cruzan”), no sé si eso le provoca repugnancia o no, o le gusta. Creo que intenta comprenderlo y que, como todo cambio, la sacude, porque algo que era ya no es. Y dice una y otra vez que primero hay que ser autor, después publicar y, por último, escribir. Como si la cosa se hubiera invertido. Por eso tanto blog e intimidad o autofiction. Pienso que la cuestión no es complicada de resolver; pero que de ella depende la posibilidad de supervivencia de la literatura; es decir, la continuidad de su democratización (o que quienes la escriban no sean sólo millonarios en condición de ociosos) y la de seguir en un mundo en el cual la lógica económica y del espectáculo lo permean todo. Ya lo dijo Adorno: lo nuevo es lo históricamente necesario. Ergo, para que la literatura sea posible, ¿hay que ser autor, después editar y, por último, escribir? O en todo caso, ¿esto es necesario para que la literatura sobreviva?

viernes, 29 de agosto de 2008

¿SOY YO EL QUE VIAJA A RÍO DE JANEIRO?

I. 29 de agosto del 2008

La me llama por teléfono. Que va a venir a despedirme. No sé para qué y me imagino que imagina la película cursi donde la madre despide a su hijo a través de los cristales del aeropuerto, mientras éste toma el avión y le revolotea la mano en señal de saludo. Por ignorancia; de tan pobre, no sabe siquiera de cerca de lo que se trata un avión o un aeropuerto. Nadie en toda mi familia viajó jamás en avión. Ni los abuelos de la , que llegaron en barco para iniciar la dinastía de los Juanes en Leones. La proliferación de tantos Juanes. Al fin de cuentas, pudieron conservar aunque sea el nombre como una única propiedad y multiplicar la ganancia lingüística. Hasta que nací yo y les cagué el árbol genealógico y la riqueza de tanto Juan acumulado. Es rara la sensación. A veces, creo que abandono de a poco una parte de mí, que cuando suba al avión seré menos yo que antes y me da miedo. No, horror. Como si todo se abriera y ya no pudiera comprender si esto es o no real. Porque jamás pensé viajar en avión, ni siquiera en salir del país. ¿Iba a poder yo salir del país alguna vez? ¿De qué manera, un peón-jornalero de campo, puede salir del país, si no es desviándose de su rol de jornalero-peón de campo sumiso a la voluntad de su patrón? No puedo olvidar la escena en que a Julien de Sorel, el tío le rompe los libros por leer en lugar de ayudarlo en el aserradero. Eso debieron haber hecho. Pero no. Y no entiendo por qué, ni tampoco por qué me llamo Cristian y no Juan. Aunque de alguna manera siempre estuve afuera de todo: de mi familia, de mi clase social, de mi sexo, de mi obsesión: escribir literatura. Tal vez, como decía Lacan, el nombre me condene.

jueves, 21 de agosto de 2008

QUÉTI
QUÉ TE I
QUÉ TE IMPORTA?