viernes, 31 de octubre de 2008

SENSACIÓN

Fue un segundo. Ahí, entre los morros y las callecitas. Los morros de Rio que, ahora, allá afuera, y arriba y en los costados, están verdes, muy verdes, con más plantas y flores de todos los colores, por todos lados. Es casi la primavera camino al verano. Y paso, con el colectivo. Y las piedritas rectangulares blancas y negras extendidas en la visión. Bajo los zapatos de una multitud. Y el colectivo en marcha bajo las nubes que se atragantan en las florestas de las montañas. Es la primera vez que extraño un lugar, antes de irme y a pesar de todo. Sí. Raro.

PARANOIA I: DOLOR DE CABEZA

Acabo de tener un ataque de apocalipsis. No sé qué es. Calculo que son mis tiroides que me dan un bajón de hormonas y la melancolía me agarra con puntadas y vacíos. Muerto. Desde que volví del Pao de Azúcar, estoy tirado en la cama. Intentando cerrar los ojos, en vano, para quedarme dormido. Y pienso en el trabajo de cucurto que tengo que hacer y todavía no terminé. Y la presión se lleva todo el relax que había conseguido. Una tensión en la frente, en el cerebro, como si se contrajera y y estuviera a punto de terminar aplastado por tanta pesadez. Y las cervicales duras y el dolor en las piernas y en el pecho y el Dolor, eso, sí, soy Dolor, nada más. Y entonces, siento que el pulso se acelera y se desacelera y un pinchazo en la cabeza que crece y crece hasta asfixiarme, hasta darme ganas de tirarme por el morro y dejar de joder con esta pelotudez de la crítica que me da de comer; pero que mata a la literatura. Y no puedo. Y el corazón en una suerte de electricidad. ¿Y si es presión y me da un pico y queda hemiplégico? Eso debe ser por la cantidad de pelotudeces que estoy comiendo. Me levanto. La sensación de apocalipsis cada vez más profunda. Algo se termina o es la muerte que me pasa en el cuerpo; no sé. Me pongo las zapatillas y llega Mariana. le digo como siento y que me voy a medir la presión. Me acompaña. En la drogaria me ponen un tensiómetro digital. Y siento que el corazón se acelera más y yo cada vez más loco y con más dolor de cabeza. 7,5 - 13, me dice el tipo. Está bien. Me tranquilizo y salgo. Si no me tiro por la bahía es porque tengo que terminar el trabajo de mierda sobre Cucurto y no tengo tiempo que perder.

Y DE NUEVO, EL PAN DE AZÚCAR

No podía más. Les juro. El dolor en los ojos, la presión por terminar este trabajo sobre Cucurto que me distorsiona y contractura el cuerpo. Todo. Fui a comer al Bar da URCA, donde la otra vez, con Fabián, pegamos el Bombón chocolate que nunca más vi. Esta vez menos. Así que me fui a la panadería y compré una torta. Mariana venía en camino. La iba a acompañar al Pao de azúcar. En realidad, estaba entre ir y no ir, porque quería terminar con el trabajo de una vez para que me dejara de doler el cuerpo. Pero no. Decidí ir. No me daban más las neuronas. Fundidas. Y subí el bondinho. Otra vez un par de locas al costado. En pose de gatos y tirando unas fotos con un turista que se parecía al abuelito incestuoso de la tele que encerró a su hija y nietos en un sótano para someterlos a la esclavitud sexual. Idéntico. Sólo que él había contratado a dos negras en una agencia de acompañantes. Dos, de labios gruesos y pinturas y colores. Ahora, allá abajo, la Floresta impresiona mucho más que de costumbre. Hay algo diferente; como si la primavera que avanza en el morro, llenara y brotara en matices de verdes y flores que parecen trepar o alargarse hasta a nosotros. Y allá, el mar, turquesa, con sus islas de blancos, negros y marrones. Y las burbujas sobre las costa con sus turbulencias que forman y deforman hilos blancos sobre el celeste. Ya casi me quedo sin habla. La inmensidad lo empieza a llenar todo, a atravesarme, acá, suspendido en el diamante de cristal que cruza el espacio pendiendo de un cable. Y si se corta no tiene importancia, porque voy agarrado, de nuevo, bien fuerte, a la baranda de plástico y al caño de metal. Los demás, se joden por no tomar las precauciones. Aunque el Niño Campeche piensa que, de suceder una tragedia, extendería su mano y sujetaría con fuerza a algunos. Al menos, a Mariana. Con la cual, en este momento, no pueden creer la ciudad y la naturaleza y los morros que se le meten en las pestañas. Ni menos, lo que una turista dicen que dejó escrito en 1960, acá, en el auditorio del Morro da Urca: que fue ahí para suicidarse; pero que perdió el valor de hacerlo ante tanta belleza y se dio cuenta de que valía la pena seguir. Hoy estaba triste, cansado. El Pao de azúcar se llevó todo. Incluso cuando cruzamos desde el morro de urca al verdadero Pao de azúcar. O cuando, allá arriba, entre los caminitos con piedras y mesitas de cemento, una banda de monos nos encuentra, por debajo de los aguiluchos que se amontonan en las copas de la floresta, para deborárselos. Son micos, supongo. Y nos hacen gestos de asombro y detienen la marcha para observarnos, desde su punto de vista diminuto, sacarles fotos o también, nuestra mirada de asombro. Y ya cae la tarde y no hay rastros de dolor en el cuerpo y cruzo hacia abajo. De regreso. Mariana se queda allá, hasta que las luces oscurezcan la visión con su proliferación exacerbada y Rio le de la despedida iluminado. Es increíble. Adelante, llueve y, si te das vuelta, nada. Y si mirás arriba, la piel se te vuelve gallina y el corazón a mil. Un arco iris te cruza, mientras vos lo cruzás y te das cuenta de que encierra y te encierra en un semicírculo perfecto de colores, con el Pan de azúcar en el medio. El Niño campeche sasi llora.

miércoles, 29 de octubre de 2008

INSOMNIO

No duermo. Me revuelco como una ballena encallada en el sillón. Y los ojos gigantes aunque los fuerce a cerrarse por la presión en la cabeza y las cervicales duras, tensas, que no aflojan y me despiertan, a cada intento por dormirme. No hay caso. No me voy a dormir. Y pienso en la revista que no puedo hacer, en los poemas y libros que no puedo publicar. Dinero. Nada más. No le busquemos más vueltas. No hay plata en el arca del Niño Campeche; apenas si llega a fin de mes. Vive bien, eso sí. Se da la gran vida. Pero no le alcanza para publicar y se va a quedar sin lectores. ¿Sí? Bueno, eso cree. Aunque capaz que ahora no puedan leerlo. MMM. No es tan bueno. Más bien le gusta escribir. Siente la necesidad y la descarga de algo cuando lo hace porque piensa que alguien va a leerlo. Nada más. Como si todo se resumiera a eso. Pero nadie lo lee, de hecho. Y tampoco le importa, va a seguir escribiendo, a pesar de su nada, de su insignificancia, no se va a negar a sentir lo que le pasa en los dedos, en la boca, en la cabeza, en la panza, en la chota cuando escribe. Y a eso, ni el insomnio, ni la máxima lamborghiniana -primero publicar, después escribir- van a impedírselo.

lunes, 27 de octubre de 2008

LA ZONA LIBERADA DE URCA II

Y ya está ahí. Con Fabián había ido una vez. El Niño Campeche quiere encontrar un mono; como para pegar mico. Pero ni eso. No hay uno solo y el mar, al costado, lo corta todo con el turquesa desplegado entre morros-islas y embarcaciones y más cuerpos en los costados. Es un camino en plena floresta del morro, una lengua de cemento que lo enrosca y lo da vuelta y lo mete a él en túneles de árboles y flores. Es la tardecita ya -las seis y media de la tarde. Se arrepiente de no haber ido a correr por ahí. Algo, en el cuerpo comienza a aliviarse. El ruido del mar, los colores, la vegetación. Postales en la vista. Y la persecuta por la camarita con la que no para de sacar fotos. De ninguna manera. Y sabe que lo miran y se siente intimidado. Primero un tipo con mochila que parece alpinista; de esos que practican trepar las rocas con soguitas y estacas para sentirse que lo pueden todo. Le mira la camarita, de hecho. Y se la guarda en el bolsillo. El montanista se pierde, por atrás. Y el Niño se calma. Unas escaleras que ascienden al descanso del Pao de Azúcar. Ni en pedo las subo. Ni loco. Uh, el viejo feo y lascivo de ahí enfrente. Flaquito raquítico con remera roja y pantalón de jean. Un asco. Lo mira como para. Y le baja la cabeza. Lo peor, si uno no quiere acceder en estos casos, es seguir la mirada. Así que baja la cabeza. Y sigue. Otra vez el miedo; y si lo miraba para robarle y lo persigue. No, el viejo es puto, boludo; te quería levantar. ¿Tanto se te nota? SE TE NOTA, COMO A TODOS, POR SUERTE, SINO CÓMO SOBREVIVIR EN ESTA JUNGLA HETEROSEXUAL. Y sigue. Ahora es el rubio de pelo rapado. También le echa el ojo como para. Y otra vez baja la mirada. El cielo es celeste, intenso. No se termina más este camino y ya empieza a sentirse incómodo. Ahora, hay montanistas que trepan como monos las rocas y pescadores en las laderas del morro; al filo del mar que le golpea los pies. Y un olor raro a. Sí, cómo les gusta la mariguana a estos guachos y en cualquier lado, sin problemas- Una parejita, en uno de los bancos al costado. Dele que dele a la mariguana y el olor que me asfixia. Lo pasa el rubio por el costado y lo mira de nuevo para. El Niño campeche. Baja la cabeza de nuevo. Y mira para otro lado. Llega al final. Un grupo de hippies le canta al mar una especie de música a lo Bob marley, mientras se pasan una pipa. Ni quiere llegar a sentir el olor de lo que aspiran. Porque le agarra dolor de cabeza después, dada su condición campeche. Así que pega la vuelta y ve que el tipo rubio se paró enfrente, lejos, y lo mira. La concha de la lora. Cómo hubiera sido si hubiera insinuado algo. Lo pasa. Los árboles tapan la visión y lo meten en túneles de flores y hojas y lianas. El rubio lo vuelve a pasar y se para al costado del camino, como recién y lo mira. Nuevamente. El miedo empieza a sentirse. ¿Y se me quiere robar? La puta. No, es PUTO; boludo, es PUTO y se dio cuenta de vos. Nada más y va a tirar todas las líneas, como todo PUTO, para hacerte caer. Minga. Sigo. Soy una chica casada y, aunque así no fuera, difícil. Tengo el NO -histérico, por cierto- fácil. Desahuciado y sin respuestas, el rubio se mete en la selva. Me río. No puede ser tan vendida la perra. Paso enfrente, cerca de la baranda, bien del otro lado por donde se metió. Y sigo. Poco después, otra vez pasos que corren en la espalda. Cerca. Me doy vuelta, porque parecen que me van a chocar. y es el rubio que, si no me corría, me llevaba por delante. Del lado donde se había metido, sale, ahora, como un avión y con la cara larga, el viejito escuálido de remera roja. Me río. Se debe haber querido morir cuando se lo encontró al anciano, en el medio de la jungla como un orangután en celos. Ya la tarde se va y la praia Vermelha aparece allá enfrente. No vuelvo a saber nada del rubio; tuvo el espanto merecido, en este lugar que ahora entiendo que cumple la función de espacio liberado, paradójicamente en un área que lleva el cartel en el portón de Área militar. Me río, perversamente, de saber que siempre hay resquicios que escapan al poder y al control más riguroso. Y que, generalmente, es en el centro, bien desde el centro, de donde nacen.

LA ZONA LIBERADA DE URCA

Estaba a punto de matar a alguien o comerme el mundo o de que me reventara la cabeza y el cerebro quedase, desparramado, en el parket de la sala da Silvia. Pero no. El Niño Campeche no iba a dejar que la tensión por la escritura contenida, le ganase. Se fue a correr, como siempre, pela praia da URCA, hasta el final, donde comienza el terreno militar. Son las cinco de la tarde y siente que las piernas corren más fuertes que nunca, con furia, velocidad, pasan cuerpos y el calor que suda, por todos lados, en todos lados. Es la tarde y en la Praia donde de la Bahía, hay cuerpos cortados -como en los poemas de Girondo- hundidos en la arena, en el agua, bajo el cielo turbio por una bruma de vapor. Juegan a la pelota. Saltan. Se gritan. Compiten. Y él sigue. Más fuerte y más y más. Con las montañas de cimas redondas en los costados. Hasta que se termina el camino igual, idéntico al de Ipanema y Copacabana.
Pero no la tensión en las cervicales, en la cabeza, en el cuello. Como si el cuerpo estuviera intoxicado de palabras, de lecturas y de ideas inconexas. No le alcanza el recorrido. Antes de salir había pensado en hacer el camino del Morro da URCA, por el costado del mar, en pleno barrio militar y aledaño a la Praia Vermelha. Es la tarde y hace calor. No fui porque Mariana me había dicho que el recorrido era más corto y necesita descargar tensiones y no me iba a alcanzar. Pero tampoco el recorrido tradicional alcanzó. Y creo que me voy a ir al camino del Morro de URCA. Sigo de largo, paso. Pero no. Mejor me baño y después voy a caminar. Tranquilo. Y así es. El Niño Campeche se mete al departamento da Silvia. Sube las escaleras porque -como siempre- algún boludo/a del cuarto piso lo deja mal cerrado. Y lo/la va a encontrar algún día cerrando mal el ascensor y lo/la va a cagar a patadas hasta tirarlo/la por el hueco por todas las veces que lo hizo subir las escaleras. Pero ahora no está. Ni tampoco la lagartija que, atragantada con una de las flores de cactos de la ladera, lo miraba silenciosa, cuando salió a correr. Así que se mete adentro y a la ducha. El agua cae fresca y arrastra la transpiración y se queda ella, húmeda y feliz, a enfriarlo. De todos modos, la tensión pincha en los ojos, en las manos, en el cuello. Se viste y sale. Al Morro da URCA.

domingo, 26 de octubre de 2008

LECTURAS

Termino de leer. ¿Termino? Son las cuatro de la mañana. Digamos que hoy termino. Mañana me esperan algunas cositas todavía que necesito antes de dar el salto. Sin embargo, ya siento el peso. El nerviosismo que me supera en la dorsal y en las manos y en las vértebras. Una tensión de palabras que no pueden decirse porque se acumulan para poder explotar, en algún momento, de una sola vez. Tengo ideas sueltas. Y me destruyen las neuronas que las anudan en extrañas coincidencias. En plena crisis de los mercados internacionales, leo sobre Cucurto y veo la emergencia de una nueva forma de hacer literatura con el mercado; hace pocos días estuve en una conferencia donde se hizo evidente: la mayoría de las ponencias, directa o indirectamente, hablaban de economía y literatura; y tengo una novela ahí, esperando, donde un librero que vende cínicamente de todo, se enfrenta en un shopping de consumidores descocados, a una conspiración de fumadores compulsivos que pretenden hacer al resto de la sociedad fumadores y mi tesis es sobre relatos de mercado, que cada vez aparecen y proliferan, con fuerza, sin control, en todas partes y el texto de Laddaga que habla de un cambio total en la circulación y en las formas de hacer literatura después de los 70 en plena globalización. Demasiadas coincidencias para una sola noche y una sola cabeza. Laten, crujen los huesos, me impiden acomodarme en el sofá que decididamente se va transformando en mi cama. Creo que voy a enloquecer, a veces, por la presión de las ideas y por la hiperproducción de ellas en mi cabeza y que no pueden, sin embargo, salir por mis únicas dos y, por lo tanto, insuficientes manos. Sí, creo que ya estoy en pleno delirio. Y quiero ir a la playa y que haya sol, aunque sea de noche. No me importa ni siquiera dormir.

sábado, 25 de octubre de 2008

FALLAS

A veces, Internet falla y no permite que el vacío se termine. Pienso que se cortó la luz y te fuiste a dormir. No importa. De todos modos, el hueco no se va a terminar hasta que vuelvas. Esa cosa -parece metafísica esto- que se ahueca en el medio, con un dolor, insuperable. Es la noche y sigo leyendo sobre realismo. Por la ventana, se ve el morro oscuro. Siento - en la pieza- el tecleo de Mariana que volvió a las once de la noche de Buzios, contenta. Me parece que completa su blog. Y hago tiempo, para ver si aparece el cartelito del messenger y me dice que te conectaste. Pero todavía no. No sé por qué estoy así. Saber que, siquiera, por medio de la pantalla, estamos en contacto, me tranquiliza, como si tuviera miedo a la distancia. No sé. Un hola y un chau, a veces, son determinantes. Nunca creí que me volvería tan estúpidamente sentimental. Pero así es. Y el morro sigue solo, allá afuera, del otro lado de la ventana y a oscuras. Una imagen para nada realista, supongo.

viernes, 24 de octubre de 2008

GABEIRA vs. EL PT

Gabeira se pone con pose de Lord, frente a Paz, el amigo de Lula. O sea, contra todo el PT. Gabeira con su sunga rosa en Ipanema, se enfrenta al oficialismo y en sunga rosa pela praia. Como para la obviedad de la sigla: en contra del PT, aunque con esa sunga, parece que a favor. La red O Globo, dueña de Rio y del Brasil, juntó a los candidatos a prefeitos que van a ballotage este domingo. Obvio que el enfrentamiento de Sao Paulo no se televisa en Rio y el de Rio, menos en Sao Paulo. En cada localidad, O Globo montó un estudio diferente, pero idéntico, con el mismo esquema de programa. Interesante cómo está estructurado el debate. En uno de los bloques, el conductor saca un tema de una urna. Entonces, el candidato correspondiente le hace una pregunta, fulminante, a su adversario. El otro responde. Siempre rápido. Comienza por cualquiera, hasta que encuentra qué decir y responde. Y después al revés. Los temas: las favelas, la salud, la proyección económica, los impuestos (que son elevadísimos para el sector comercial -señores del campo-). Resaltan dos preguntas: una sobre el dengue: parece que desde la Prefeitura ocultan las epidemias que se producen en las favelas y por la cual se mueren miles de personas. Obvio: es una forma de que sean menos los problemas. La otra, sobre cómo modificaron o qué modificarían de sus plataformas por la crisis financiera. Y ya de ahí no se vuelve. A cada rato, el fantasma de la crisis regresa en los discursos, los exaspera, los entristece, les modifica los tonos. Su sola mención, cambia la entonación y el sentido de la frase. Ahora bien, ante semejante pregunta, los dos dicen que nada, que las prioridades son salud y educación y eso es inmodificable. No se matan en las preguntas ni en las respuestas. Todo lo contrario, falta que se besen. Me encantaría verla a la profética Carrió, al empresario Macri y a la Santa del Estado Cristinita en la tele. Creo que en vez de besos, se revolcarían a gritos y todos los argentinos nos reiríamos tanto, pero tanto, que por primera vez en mucho tiempo, los políticos nos harían felices.

NIDIA

Nos costó acostumbrarnos a lo que en Argentina es un aburguesamiento. Pero claro que no tanto. Siempre nos gusta vivir como burgueses y eso es de lo que menos se reniega. Aunque, al principio, nos parecía extraño llegar y tener todo ordenadito sin mover un pelo. Hasta la ropa doblada y las cosas del trabajo. Nidia se llama. Viene dos veces por semana a limpiar la casa. Y hoy está enferma. Toda la semana estuvo enferma y, por eso, vino sólo hoy. No quiero que toque nada, que limpie nada. Nosotros nos podemos arreglar. El Niño Campeche toma una escoba, un paño y sabe y puede limpiar. Que descanse y se recupere, que si no se siente bien, que no haga nada. Y ella dice que no, que da pra limpar. No hay tanto desorden para que diga eso; pero es tan exquisita y prolija que, a lo mejor, sí, en sus parámetros. No hay tanto como el que Fabián enfoca en la camarita por el messenger en mi casa. Lo quiero cagar a patadas, porque esa imagen me hace pensar y corroborar que el que hace quilombo es él. La ropa tirada en cualquier lado, bolsas de chocolate y cartones en la mesa, en los banquitos, mochilas en el suelo. Un desastre. Todo tirado. Por todos lados. Escondo la pantalla cuando Nidia se acerca con la escoba. Da pra limpar, me larga en la espalda. Y me muero de vergüenza. Le mando al mugriento el guiño del chancho bailarín por la pantalla. Y después del nene malo que rompe una guitarra porque está enojado. Me responde que no tiene ganas. Nunca la tiene. Y yo tampoco; pero limpio igual, cuando puedo, porque si no, el quilombo-Fabián desborda y no puedo ocuparme de él y de mi trabajo al mismo tiempo. Entonces, cuando eso ocurre, porque estoy muy ocupado, dejo que se acumule su desorden y le sumo el mío, hasta que termino de laburar y me agarra un ataque y doy vuelta toda la casa y la pongo en orden. Él no va a hacer eso, se puede morir de una infección ahí adentro. Más bronca me da.
Nidia sigue, con su dor de dentes, según me cuenta. Pasa y se mueve y ya van tres horas que limpia y yo no quiero. Pero la entiendo. Sé que trabaja de domingo a domingo en cuatro o tres casas diferentes para llegar a 1200 reales a fin de mes. Sin franco. Y un alquiler cuesta 1800 reales, fuera de una favela. Si tiene hijos, no sé cómo sobrevive. Y por eso, ni un dolor de muelas, ni un esfuerzo demás, van a frenarla. Yo sé que Silvia le pagaría igual, y más si está enferma; pero ella se sentiría con cargo de consciencia. Lo sé porque mi mamá hizo y hace lo mismo. Cuando yo iba al jardín de infantes, trabajaba en tres casas en Leones. Y no se podía enfermar, porque si no, perdía la plata, miserable, de ese día o se sentía con culpa. Así que desarrolló una especie de inmunidad a prueba de todo e iba y limpiaba aunque el cuerpo la estuviera tirando al piso. La he visto llorar de dolores en la noche. Mi papá igual. Sé que Nidia también. Que cuando llegue a su casa, va a tener que hacer la comida y limpiar y acostar a sus hijos -si los tiene- y después, con suerte, se tomará una aspirina y se recostará en la cama. El mundo, afiebrado, habrá dejado hasta de dolerle. Y se dormirá, con la consciencia y la esperanza, de estar mejor al otro día y si no, no importa, en dos o tres días más, la enfermedad se pasa, y ella no se queda sin dinero. El poco dinero que puede ganar, para vivir en una favela -o cerca- en un país que la dirigencia conservadora de Argentina toma como modelo en la pantallita de TN, mientras se derrumba su economía.

SOZINHO

No he podido escribir más. Como si la escritura, de golpe, se hubiera cortado, hubiera dejado de ser necesaria. Rio se la comió. Después del robo, no pude decir nada más, a lo sumo palabras desencajadas en un tartamudeo. Creo que es el portugués que, a esta altura, comienza a invadirlo y a ocuparlo todo. Incluso el vacío de este departamento. Resaltan las palavras y falas por tudos lados. Na tv, nas marcas chi refriyeranchi, em todo. Fueron muchas cosas y, ahora, siento que la experiencia se hunde en el vacío, está llegando casi a su fin.
Días enteros de lectura y escritura, apurada y desordenada. Trabajos de 30 páginas que nunca pensé llenar. Y Ludmer con Laddaga en el Hotel que se toman un café y no paran tres segundos de hablar de literatura y de criticar, mordazmente, el trabajo de sus colegas. No quiero eso para mí. Me produce tristeza la gente que no puede hablar más que de literatura; de un reality, por ejemplo, o de una noche de alcohol o de putas. No, no pueden. Se niegan a proferir palavra sobre o mundo. Y le sacan mano a sus colegas para posicionar y convencer de que lo único válido es su visión. Risa. No digo nada. Los observo. Comer la tostada con el mar de fondo. La boca que se abre y se cierra, grotesca. Y la duquesa que se levanta y sostiene con la puntita de los dedos una taza de café y se va a servir, mientras nos pregunta si estamos de vacaciones. Ironía aparte. Obvio que le quiero arrancar la yugular a mordiscones. Pero no. Por la gauchesca, por el bien de la gauchesca. Me río. El Niño Campeche se ríe y le responde que no, que estamos trabajando, haciendo seminarios de doctorado. Y no le acepto el café que nos ofrece. Vieja de mierda, piensa el Niño.
Ahora, el morro oscurece. Por primera vez, el sol llega cuando el reloj se clava en las siete de la tarde. Adelantaron la hora acá también. Y el día se extiende un poco más. Fabián está contento con eso. Me muestra una tostadora y un juego de utensillos de sushi que compró en el Carrefour. A 139 pesos. Y me dice que el pan está a 7 pesos. Asocio la pantalla de TN que está abierta al costado. La bolsa que se cae, a pique, y el dolar que se dispara y sé que la bonanza económica se termina. Por suerte, el Estado está en reconstrucción y no en venta como otras veces. Acá en Brasil, están desespearados con la devaluación. Los precios se dispararon también. Y el problema pasa a ser cómo mantener los programas sociales compatibles con un neoliberalismo de reajustes ante las crisis y la falta de crédito. Y este es el modelo que nos venden en TN, los dirirgentes del campo y los medios. Uno sostenido en base a créditos que siguen incrementando la deuda pública. Claro, los créditos son muchos para el área social. Pero ni con que USA les regale su Tesoro completo arreglan la cuestión social acá y menos si continúan incrementando la deuda. Es de noche. El silencio del departamento y la pantalla de TN y Fabián del otro lado. Se hace pesado seguir acá. Y más en plena crisis. Y más con el caño y la campaña boicot con que llegan las imágenes de la estatización de las AFJP. Ya necesito volver. Sentir la realidad argentina, para saber si corroboro o no, mis hipótesis: el campo consiguió que a la plata se la saquen a la gente que menos tiene. Y eso inconscientemente, pidieron o eligieron los argentinos. Que se hagan cargo ahora y no le echen la culpa, paranoicamente, al Gobierno. Bienvenidos a la democracia. Que la voluntad del pueblo conservador y liberal, se haga.

miércoles, 15 de octubre de 2008

ROBO

Copacabana no me gusta demasiado y me encanta al mismo tiempo. Es la síntesis perfecta de la cidade Maravilha: Paraíso infernal, para usar un lugar común. El Niño Campeche sabe que con tanta presencia militar en los alrededores y con sus uniformitos en la calle, el terreno queda demarcado como por una meada de perro: esto es el peligro seguro, nos dicen los militares enclavados estratégicamente cada una cuadra o cuadra y media. Sandra y Mariana me miran y no creen que mi percepción sea adecuada. Pero insisto. Copacabana no me gusta, me genera más inseguridad con la presencia de la seguridad militar empotrada estratégicamente. Y ellas dos se ríen o no, me dicen que así están más seguras de todos modos.
Lo único que me tranquiliza es el mar turquesa y las olas que se te vienen arriba como una avalancha de nieve inevitable, que te arrastra por la arena o con la arena, entre los pies, a la orilla. Nos comemos unos petiscos: camarones y pollo con batatas fritas y un helado y unas cervejas. Hablamos de Incardona y de Casas. No nos convence Casas. A Sandra, tampoco Incardona; pero yo no lo leí todavía y no opino o digo, así, abiertamente, en una suerte de pecado intelectual, que no lo hice, sin ningún problema. Me importa un bledo no leer a uno más de los que no voy a poder leer. El sol quema. Estoy colorado y la cerveja se aglutina en la cabeza y adormece. Nos volvemos a la praia. Pedimos y clavamos la sombrilla y las cadeiras. Mariana y Sandra de espaldas al mar y yo de frente a ellas. Para que no me de el sol, porque la cerveja y el hipotiroidismo me van a matar con tanta irradiación. Y veo que se duermen y empiezo a sentir una somnolencia leve. Acurruco más acá los bolsos, míos y de Mariana, por las dudas. Les pongo las manos encima. No hay nadie en los alrededores. Salvo familias y vendedores. Cierro los ojos un minuto. Pierdo la mirada en el turquesa iridiscente. Sandra, dormida, Mariana, también y yo entredormido. Ahora la imagen repetitiva. Cierro los ojos de nuevo, pesados. Y siento que una de las dos se levanta y se acomoda el pareo. Miro los bolsos. En orden. Vuelvo a poner la mano encima. Caigo en la oscuridad otra vez. Sueño, mucho. Y Mariana que se pone de pie y saca su tela amarilla y se envuelve. No puedo mantener los ojos. Abre el bolso. Abiertos. Y lo deja ahí, junto a la mochila. La agarro fuerte entre mis manos. Me duermo. Y ahora, de golpe, no puedo mantenerme despierto y me despierto, porque el bolso de Mariana ya no está, ahí, a mi lado. Me desespero. Me levanto y miro en todas las direcciones. Las llamo; se despiertan y no, imposible de creer. No está el bolso. Mariana se toma la cabeza. Tres horas antes decíamos que Rio no era tan inseguro. Y ahora, la realidad, escribe su propia novela de enredos y nos hace ver nuestra propia falacia. Mariana corre, porque una mujer le dice algo de un homen. No la puedo entender o no quiero. El bolso tiene que estar ahí. Sandra se levanta y mira el suyo que había dejado colgado en la sombrilla, a metros. Y está, inevitablemente, está colgado y se burla más de los tres. Me siento un idiota. Que unos hombres pasaron y jugaron ahí, al costado y se llevaron el bolso. Le dicen a Sandra. Mariana, no sé. Ahí viene. Que se fue a correr a ver si los veía. Pero no. Nos vamos, le digo, a denunciar la tarjeta de débito, ya. No sé qué hacer, dice. Eso, le digo. Ya. Y llegamos cerca del Hotel, en Arpoador. Mariana dice que a lo mejor tiraron la cartera por ahí. Vuelvo. Busco. Por la playa, en los tachos de basura. Miro a la mujer que nos alquiló sombrillaas y cadeiras y la ceo levantar todo. Irse. En la arena, nada. O sí, bolsos tirados de gente que juega al fútbol o a darse chapuzones en el mar, a metros de ellos. Y a nosostros, nos lo sacaron de al lado. más imbécil todavía. En el hotel, cuando llego, en la habitación de Sandra, Mariana habla por teléfono, desesperada, con alguien. Y corta y me comenta que vamos al departamento, que estaban las llaves y la dirección escrita. No van a ir, acoto. Vamos, me responde. Estoy aterrorizada. Si van, me muero. Salimos. Un taxi en la puerta. Adentro, la abrazo, porque rompe en llantos, mientras, la cidade maravilhosa se mueve, vertiginosa, allá afuera de las ventanillas que no podemos abrir por la traba automática del taxi. Calles y más, infinitas y el tráfegu que nos enlentece como tortugas. No hay forma de avanzar. Si nos sacan todo. No va a pasar; es una calle chiquita, desconocida. Ni el taxista la conoce y lo tenemos que guiar. Llora. Yo soy el idiota. Sin comprender. Nada. Quince reales, el taxi. LLegamos. Bajo. Subo el ascensor y corro por la galería. La alfombra corrida de lugar. Nidia vino a limpiar esta tarde. Es eso, pienso. Y efectivamente, abro la puerta y todo en su lugar. Respiro, profundo y ella también. Aunque la mirada con necesidad de huir es notoria.

martes, 14 de octubre de 2008

GUILLE

Buenísimo, Caro. Es una gran noticia. Esperaré con mucho afecto y ganas esa publicación. Y por supuesto que si necesitan una mano, estoy también. Me alegra que esto suceda, MUCHO. Es la forma de que Guille, parece cursi, pero así lo creo, siga escribiéndonos.
Saludos,muy alegre.
Cristian.

Date: Wed, 15 Oct 2008 00:00:23 -0300From: carorolle@gmail.comTo: marielablanda@hotmail.comSubject: Re: Libro homenaje a Guille

Ayy que bueno saber de vos. Es como que un poco te conozco y en este momento me hace bien que estemos en contacto.
Tef va a estar tan predispuesta como yo para todo lo que necesites/n y me parece bueno eso de reunirnos con todo el material de guille porque vos bien sabés que era un jodido y que hay cosas que había escrito que después odiaba y estaría bueno hacer algo del que él se hubiera sentido orgulloso.
Tus viejos son lo máximo. Yo siempre los admiré mucho por como apoyaron a guille en su carrera de escritor, sin juzgarlo ni cuestionarle su futuro (económico), siempre ahí dejándolo y viéndolo crecer como artista y como crítico. Además de mi amigo y compañero, yo lo seguía como lectora. Tenía una manera grandiosa de pensar y de vivir y me enseñó mucho. No lo voy a olvidar nunca... Quiero ayudarte/les en todo lo que les pueda servir.
Respecto de la tesis de Auster, la última vez que hablé con él sobre el tema me dijo que la tenía casi terminada. que quería pulirla pero que ya estaba y que su idea era de publicarla una vez rendida pero que por supuesto la había tenido que dejar en suspenso producto de... pero la tesis está y él la pensó como libro. No creo que Elena la tenga y nunca me la envió. De sus amigos de la facu, sé que nadie la tiene porque estuve ya preguntando. No obstante, la veré mañana a Elena así que le voy a preguntar si tiene algo, aunque sea algún capítulo. Apenas hable con ella (por sí o por no), te escribo (esto será mañana a la noche). Le preguntaste a Pao? Ella debe saber.

Un beso gigante,
Te escribo mañana después de hablar con Elena
Un abrazo,
CARO

El 14 de octubre de 2008 23:41, Mariela Blanda <marielablanda@hotmail.com> escribió:

Hola Caro, Te agradezco mucho que me hayas escrito... yo tambien las conozco a vos y a Estefy a traves de mi hermano, y me gustaria que en algun momento podamos conocernos personalmente. Cuando tenga mas o menos todo compilado -lo que nos gustaria publicar- si quieren podemos encontrarnos asi ustedes lo ven y tambien me dan su opinión... a lo mejor hay cosas que hoy mi hermano no aprobaria, no se... seguro uds. de eso saben mucho más que yo. Para nosotros hacer esto es una forma de mantenera Guille cerca, y sobre todo para mis viejos es una manera de seguir apoyandolo en lo que mas amaba y mas lo motivaba. Vos sabes si la tesis de Auster ya la habia escrito? yo en su computadora no la encontre. Elena sabra algo de eso si uds. no la tienen? Otra vez, muchas gracias por ayudarnos con esto.

Date: Tue, 14 Oct 2008 17:04:37 -0300From: carorolle@gmail.comTo: marielablanda@hotmail.com
Subject: Re: Libro homenaje a Guille

Hola Mariela.
Mi nombre es Caro y sé muchas cosas de vos porque Guille me contaba cosas tuyas; es muy fuerte para mi contactarme ahora por este medio pero me dijo Estefy que estabas buscando textos de Guille para, junto con tu familia, recuperar y publicar.
Te cuento que lo que tengo no es gran cosa y probablemente lo tengas pero por las dudas te lo mando. Te envío el cuento con el que ganó el premio marechal, una ponencia que presentó en el marco de las Jornadas de Literatura Norteamericana en las que él formaba parte del Comité Organizador (esa ponencia está publicada en la revista número 40 del grupo de Mar del Plata), y además, de esta revista que te menciono te mando la número 39, allí hay un art. de Guille en las pág. 33 y 34.
En google, si ponés "guillermo blanda" aparecen varias de sus publicaciones.
Tuve en algún momento una reseña sobre Auster pero la perdí. Y ya que te menciono a Auster, me gustaría contarte que Guillo estaba muy entusiasmado con su tesina que pensaba algún día publicar y enviársela a Auster (con quien ya mantuvo correspondencia). Creo que eso es lo que le hubiera gustado publicar.
Me pongo enteramente a su disposición para todo lo que pueda ayudarles.
Quiero/ Quería muchísimo a Guillo... PARA TODO LO QUE NECESITEN, ESTOY
Un beso y un fuerte abrazo,
CARO ROLLE

CONGRESO PUC

I

Se hacen
las que toman nota
de las perguntas.

Se puede pensar (¿Se puede?):
para no olvidarlas.

PURA POSE.

II

H:
presentar como nuevo
un anacronismo del ´70.

El Shampoo Sedal
también le agrega cosas a la misma crema
para que no huyamos
tras el que tiene logo nuevo.

III: Hambre y literatura

Si vivieras
como se vive
la ansiedad
por lo que no se puede,
la manzana digamos,
sabrías que algunas veces
no queda más que la palabra
para el atracón
o el vómito.

IV

Laddaga le destruye el sistema
con una sola pregunta
larga, por cierto,
y me río
como un hijo de puta.

V

Y ella le responde
como una abuelita que teje el crochet
de todos los lugares comunes
y enmohecidos.

VI

No podés ponerte tan nervioso
papá
porque no te funciona el Power Point

Si los ojos se te salen
y la saliva en el gañote


de tan héstérico

Hilvanar una descripción
también es válido
como la imagen
¿O no aprendiste
científicamente
la técnica?

VII

Quedó tan alterado
el pobrecito
que se atragantó
con su vergüenza.

VIII

Después de Ludmer y Laddaga
claváte una petaca
y tiráte
por el hueco del ascensor
antes de cortar el éxtasis
con un concepto equivocado
de realismo.

IX

La duquesa quedó dormida
con la geta como pato
ante tantos cuadritos
que clasificaban
esterilmente
unas miniseries.

X

Preguntan
para no quedarse fuera
de lo admirable.

XI

Son las seis de la tarde.
Hace de las ocho
que ponencia tras ponencia

Y no paran, no

En cualquier momento
les despedazo los ojos
y la lengua
para que dejen
de hacerle mal al mundo.

lunes, 13 de octubre de 2008

CONGRESO PUC

I: Sandra

Dice todo lo que quiero decir
pero genialmente

y me obliga
a desviar toda la tesis.

II: Mesa

Simulan escucharse.
Con las manos apoyadas.
En los cachetes.
Y creen mirarse.
O entenderse.
Mientras piensan:
"En cuanto salga el sol.
Me voy a la playa".

III

Y mi tía se quedó en cama.
Soñolienta.
(El aire acondicionado está fuerte.
Y habla Renato sobre Cine y literatura.)
Que por ahí se levanta.
Un ratito y después quiere acostarse.
(Si la literatura pudiera curar algo.
Hacer algo.
Si yo, en vez de acá... Son las dos de la tarde.
Falta para que terminen)
Pero no,
acá,
mientras las voces
(Y ya se cansó de todo.
De no poder caminar,
ni llegar sola al campo
donde las vacas en el verde)
Y me taladran esas voces
la cabeza
aunque me dejo,
para vaciármela
del saludo final
que no...

IV

Cuando vuelva (si puedo, porque sin documentos ni a la esquina)
Entonces,
voy a tirar todas las conferencias
por la ventanita del avión
para que sirvan
por lo menos
a la gente:
"así cree de nuevo
en la palabra revelada".
Va a ser la única forma de que las lean.

V

Van a pasar una película.
Que termine de una vez.
Y se calle.
No hay ninguna ciudad que soporte
(ni ningún soporte -sonoro o audiovisual)
tanta palabra
repetitiva
repetitiva.

VI

El señor dice
que el instante es instantáneo
(pienso en el café amargo.
Sin una gota de azúcar)

VII

Según Vera:
la poesía:
"un juego de lenguaje"
Me río
sarcástico (tal vez, cínico)
adentro.

VIII

Me enojo.
Me revolcaría en la silla
y los bajaría de las orejas
(o a las patadas: lo confieso)
a los panelistas.

Que se callen.

No quiero más sus palabras

Ni esas ideas con clisés
para nada, ¿para nada?

Y rompen
los tímpanos y la piel
y la boca
en miríadas de insultos
(por lo bajo).

¿Terminaré en el piso,
a las piñas,
rompiendo papelitos
y saltando
y riéndome,
sí, Loco
LOCO
y desubicado, tanto,
como para que me odien?

Que se haga el show.

IX

Sería interesante.
El argentino del intercambio.
Maluco, maluco, maluco.
Con la boca en espumas.
En pleno Congreso.
Y a mordiscones.
La Ludmer lo miraba
y se reía
(sorprendida y por lo bajo, la duquesa)
y cortados
la pobre Vera y su poesía
el Robert y su peliculín
y la otra con el Lobo.

Hasta arrancarles la lengua
(Ludmer regocijada en la violencia)
porque dios quiere:
"que se haga el silencio".

DOMINGO 12

I

Fui a la playa. Por segunda vez después de meses, me meto al agua. Helada. Sandra está tirada con Mariana en la orilla. Yo, en sunga, me revuelco en las olas y en la arena. Trago sal, mucha. El Niño proletario no tiene cultura playística. Hablamos tanto que la lengua me queda hinchada. Tirados en la arena. El niño sobre un paneo que dice Rio. Cidade maravilhosa. Turquesa. Hay sol. Quema la cabeza, los ojos, deshidrata la piel. No entiendo qué tiene de divertido tomar sol, fuera de mirar cuerpos en los alrededores. Nada más. Ahora soy una ameba, en el agua, fría, y me hago pis. Pero no puedo, porque cuando el agua golpea en la panza, la vejiga se contrae y no sale nada. Pero me hago. Y hace frío. El Niño campeche, entonces, se frena. entierra los pies en la arena para que las olas no lo arrastren y se hace el que nada. Pero nada. Mira en los alrededores. Se concentra. Y la vejiga cada vez menos y con más ganas. Una chica se le viene arriba. La arrastra el mar desde unos veinticinco metros. Son olas inmensas y él clavado, sin poder. Fue la Coca zero. Cuando toma mucha, siempre le hace esto. No hay nada más diurético. Sandra y Mariana siguen hablando, a lo lejos. Él clavado en la arena y sin poder drenar el punzón agudo. No puede más y sin embargo, no hay forma. Pero lo va a hacer. Clavado en la arena. Y parece que ahora, finalmente. Pero no. Una tabla de surf le pasa cerca y casi le da en la frente. Ni eso le va a desenterrar los pies. Vuelve a mirar las olas. No soporta más. Entonces comprende que, cuando el mar se contrae, la presión disminuye abajo. Todo es cuestión de sincronizar. Viene la ola. Cuando se vaya. Sí, ahora, así. Por fin. De a poco o todo de golpe. No importa. No daba más. Y otra ola se le viene arriba y piensa que se va a tragar lo que está largando y le da asco. Pero no le importa un carajo. Ya está; así, sentir de a poco el vacío.


II

Pasa un cartel que dice Gay parade em Posto 6. Se ve en el aire, arriba, colgando, alargado, de un avión. Y Mariana quiere ir. Debe ser el exotismo. Saber qué es sentirse entre gente rara. Imagina el Niño. Entonces, caminan. Por el costado. Sabe lo que se va a encontrar y quiere proteger a Mariana. Prefiere no advertirle nada. Van por el costado. Sabe que la va a shockear.
Él ya está acostumbrado. Apenas pasan por Arpoador, se ven las filas de una multitud sobre la playa, excitada, al ritmo de una música electrónica, potente. Es el delirio. Los travestis con cuernos y en cueros, los culos por todos lados. Algunos, diablitos-diablitas y miles de camiones o colectivos con terrazas y con grandes, gigantes parlantes, y encima de los techos darck y travestis y chicos en boxer, desnudos, moviéndose, eléctricamente, sin freno. Se retuercen como serpientes en celos. Es, son, el clisé. Y no hacenmás que confirmarlo. Le da bronca eso. La confirmación de la imagen GAY.Con su frivolidad sensual montada en espectáculo. Los travestis que se sacan fotos con los heteros, que los ven como un exotismo y se ríen porque van a guardar ese recuerdo en su cuaderno de rarezas, de cosas locas que hicieron alguna vez. Y ellos que se venden. Posan para las camaritas, con unos, con otros. Imagino que estuvieron un año preparando los trajes que tienen. Y la plata que deben haber gastado. Los colectivos se ponen en marcha. Nosotros también. Arriba, se sacuden los cuerpos, sexis cuerpos exhuberantes. Y abajo, miran, bailan, saludan, sacan más fotos. Es el espectáculo. Un desfile del clisé. Para que la sociedad los siga poniendo en ese lugar y se siga sosteniendo el mercado del sexo y del estilo gay careta. Y nos metemos a un bar. Comemos un salgado. Filmo. Pienso que la gente del blog no me va a comprender. Y filmo. Y por los parlantes, en medio del quilombo, piden que firmen en favor de la ley contra la HOMOFOBIA. Parece que están por sacarla en el Senado. Van a ir presos los homofóbicos. Que no soporten el estilo gay. ¿Esto es ser gay? Si es así, creo que voy a ir preso. Mariana está enojada. Yo no, ya me acostumbré. Pero no sé si la sociedad tiene que aceptar un clisé; es más, no debe hacerlo para no condenarnos a todos al significado español de gay como un estado permanente. Yo también soy fiestero, divertido y puto. Pero también puedo ser serio, llorar, vivir una tragedia y no sólo la Fiesta. Como todos. Detesto este clisé que desfila para que la sociedad "lo acepte" y nos reproduzca en serie bajo este molde, sin matices ni alternativas. Confirme el prejuicio. De todos modos, entiendo la necesidad de gritar la identidad que no se acepta, de llevarla al extremo, en un momento, como en un carnaval, para hacer posible un minuto de felicidad. Pero el carnaval, cuando se termina, funciona como la tragedia griega. Pura catarsis que no cambia nada. Deja o mantiene el poder y todo igual. Me como otro salgado. Atrás, se apilan a orinar en filas. Se miran la micción. Se hacen gestos. Se pierden, felices, por la praia. Otros sólo juegan en la arena. Se mojan en el mar. Ojalá fuera una fiesta de todos. Y no de un gheto. Ojalá los de las favelas bajaran y completaran el show. Y así, nos divertiríamos juntos. En Copacabana. O donde fuere.





























sábado, 11 de octubre de 2008

BEBADOS

Volví a Ipanema; el bairro gay. Hoy es sábado. Pero no estás vos y por eso no vamos al bar de siempre, sino al Sindicato del Shopp. Pedimos una cerveja Antárchica, la auténchica cerveya du Riu. Pero nau tein. Entao, salmón con arroz y brócolis y una shopp Brahma. No dejan de pasar geishas por la vereda. Rubias, morochas, negras. Nos imaginamos a Ludmer y a Sandra, que acaban de llegar a Rio, como si fueran a aparecer en cualquier momento y nos dijeran, ¿para esto tienen la beca? Y nosotros, ahora, con una caipirinha de abacaxí, sobre la baranda del bar. Hoy estudié toda la tarde perspectivas constructivistas en Historias de la literatura. Quedé muerto. Sí, me merezco esta Caipirinha, señoras, les respondo. Pero no están ahí, es una escena montada por la culpa. Y ya estoy mareado y el garzonechi que no para de preguntar incoherencias. Y las luces y las geishas que aparecen y brincan por las veredas. Ahora, me como un Bombón yocolachi. No, no es como el que comimos con Fabián antes de subir al Pao de acucar del edificio militar. Éste es feo. En Rio está comprobado que lo bueno, sólo es para los militares. Mariana me acusa de inventar el mito del bombón chocolchi na URCA. Sé que no. No es un invento. Yo y Fabián lo guardamos en la lengua a ese sabor; y éste ni se le acerca. Encima nunca hay cuando vamos a comprar ao bar dos militares da URCA. (Me estoy durmiendo y no sé si voy a terminar de escribir esto). No sé si se lo comen o no, o qué sé yo. Mariana me cuenta de la técnica del tequila sexi que practica con Juan. Quedo maravillado, la voy a poner en práctica cuando vuelva. ¿Cómo es? Simple. Sal en cualquier parte del cuerpo. Chupada. Trago de tequila. Y mordida de limón en la boca del otro. Y así hasta terminar el tequila. (Los ojos cerrados y el tecleo cansado e intermitente sobre mi panza inflada en el sofá) Mientras, me pido unas papas fritas y un Cuba libre en otro bar. Ricas. me engaño con que hace mucho que no como. Mariana me saca de la negación y me recuerda que el martes comimos. No importa. Me tomo todo el Cuba libre y veo a las geishas, todas reunidas, en el bar de enfrente. No, no son tan como en Argentina. Porque no necesitan reprimirse, es la teoría de Cata -así le decían en el secundario a Mariana, me entero esta noche. Y me río. Capaz que tiene razón o no; lo concreto es que acá abundan los recatados.Y veo que todos se abrazan y se besan en plena calle. A los ojos de todos, sin discriminar credo ni religión. (El sueño se mete en la punta de los dedos, el teclado se borra. Cierro y abro los ojos). Ahora estoy al lado del Pub donde no pudimos ir. Con Fabián. Y me tomo otra cerveja. Me miran. Les esquivo la mirada y me río. Son las dos de la mañana. La mezcla no me impide pegar una combi que me entiende, por primera vez, el protuñol borracho. Cata adelante y yo atrás. (Por suerte no estoy más llegando, por el costado de la Bahía en plena noche, sino a acá tirado. Con demasiado sueño. Una oscuridad porosa que sacude la pantalla iluminada y los ojos y el cuerpo pesado, resistiendo en contra de la escritura que no puede ni quiere parar ni dejarme dormir). En medio del camino, sube un negro y se queja por el estado del transporte. No sabe lo que es Argentina en ese punto. Me digo. Y nos caza el acento al vuelo. Voce é espanhola, le pergunta a Cata. Nao, Argentina. Ah, entao é o mesmo. Sabe que el sistema de transporte es igual. Y en realidad, no sabe. En Argentina, el sistema es malo. Acá viven en el Paraíso y se quejan de llenos. (Dos minutos más, tengo que aguantar y no prdeuedo). La trafic nos deja en 13 minutos en la UFRJ. Hay gente a las dos de la mañana que camina, sin problemas, por el bairro militar y ultra seguro da URCA. La noche es inmensa y lo único que quiero es llegar y conectarme y que esté conectado. Pero se que no. Mañana trabaja. Y dormir, quiero, también. (Mañana o cuando sea termino. No doy maasdr... No, un poco más). Enciendo la compu. Te amo
t
e
a
m
o
dice el mensaje, y borracho, tranquilo, feerno a escrita.

viernes, 10 de octubre de 2008

NOCHE II

Te dije chau. Otra noche. Mientras juego a que los dedos te acarician por medio de la cámara web y veo a mi mano, en la pantallita, y tengo la ilusión de que te toco. Te toco, de hecho. Y no queremos terminar de vernos y dejamos encendido hasta el final el mssn. Es de noche. Otra vez. Y acabo de decirte chau. Tal vez suene cursi, pero ya lo dijo la Señora de Palavra encantada: no hay amor, si no hay lenguaje cursi. Porque el amor, decía ella, es un lugar común . Y te dije chau. Y se abrió el vacío que rebotó en el morro y se me metió adentro. Extraño. Estranho. Las dos cosas y un vacío doloroso porque acabo de decirte chau, mientras los dedos te secaban las pestañas a miles de kilómetros.

jueves, 9 de octubre de 2008

CIENCIA EMPÍRICA EN LETRAS

No posso acreditar isso. Vinimos en el metró al ECEL, un Congreso de enfoques empíricos en Letras. La gente re buena onda. La organización Otima. Pero. Contar las letritas de un texto y el corpus de textos que se dan a leer en las academias norteamericanas. Esa es la propuesta de un yanquee. En realidad chileno. Pero habla en inglés porque no sabe portugués. Sí, contando las palabras (alrededor de 60.000.000) y los textos (500) arma posibles tipos de géneros de enseñanza: texts books, didactics texts, displinary texts, etc, etc, etc. Y llega a la siguiente conclusión: en ciencias exactas, el predominio de los géneros de texts books, indica que el saber se cree ahí objetivo, acotado, sin discusión. En ciencias humanas, el predominio de los disciplinary texts indica que esa área sabe que el saber no es objetivo y que se construye teóricamente. BRILLANTE. Ahora, leerse 500 textos de enseñanza para llegar a semejantes conclusiones. Por dios, no quiero hacer esto en mi vida. Pero esa es la mejor ponencia. Ahora, otra, se pregunta cómo medir el terror que produce un texto de terror y usa un método de adjetivación en una sala de clases. Y otra, en este momento, ahí adelante, pretende medir cómo el uso de los cajeros automáticos y de la informatización de la vida cambia los modos de leer de la gente. ¿Adivinen el método? Sí, les hace una entrevista para ver qué piensan de eso a gente que "no lee con regularidad" (CHAN CHAN: KATRINA DE CHANES). Obvio: un error metodológico tras otro; el más grave: pretende medir algo a través opiniones de sus sujetos-objetos en encuestas y no trabaja con ellos. Las conclusiones son una buena medición de opinión que carecen de cualquier rigor científico aunque se las vista con él. Ahora, afuera, anuncian los posteres. Salimos. Sí, una feria de ciencia, con chicos que tienen afiches impresos en unos paneles y que explican sus investigaciones. ¿Y qué más? No son tan chicos, ¡porque son investigaciones de post doctorado! Increíble. Pero entiendo lo que hay detrás de todo. Un discurso funcional a la exigencia de la metodología de las Cs exactas y funcional a la moralina. En el primer caso, se trata de creer, positivistamente, que las Cs sociales pueden aplicar el método de las Cs exactas para generar una investigación total. El resultado se ve en esos cartelitos que todos exponen: esquemas de 1 más 1 es igual a 2 y nada más. En el segundo caso, todas las proposiciones son del orden de una hipótesis que pretende demostrar, por ejemplo, que un abogado resuelve sus casos de manera cerrada y una asistente social, de modo abierto. El peso de la palabra social, hace que la asistente sea buena, santa, hermosa y el abogado, que defiende los intereses de una empresa-monstruo capitalista, es malo, horrible, quiere resolver las cosas rápidamente. Otro caso: cómo medir las capacidades de asimilar literatura en estratos sociales diferentes. La hipótesis de base es que los pobrecitos, no leen mejor ni tienen mayor capacidad que los riquitos. Por suerte, la minina no puede comprobar esa hipótesis y los datos le dan al revés y no entiende cómo. Me río todo el día. No puedo aguantarme. Y me como tres salgados. La Universidad es hermosa, con un borde sobre el mar y un parque inmenso. No, no es la PUC. Es la estadual, UFRJ. Por suerte no es la UNR, aunque adentro tenga algunos aires, salvo porque está limpia. Para que los datos sean más claros, obvio. Miren la corroboración empírica que hago. Por eso los de la UNR somos tan complicados. Deduzcan el silogismo que se oculta, aunque no tanto.

EL METRÓ

El Niño Campeche nunca había ido en subte. Pero hoy tiene que ir cerca del aeropuerto. Y a las siete de la mañana y no queda otra. Sale. Se toma el 511A que lo deja en Botafogo y ahí entra en la boca al túnel. El 511A es el Metró na superficie, o sea, un metronibus que va por la calle y que conecta con el metró, el que va por los túneles como un gusano a velocidad virtual. No va solo, porque si fuera solo, el Niño se va caminando con tal de no subir al metró de una ciudad extraña y con un sistema que andá a saber cuál es. Es lo único de la tecnología que lo intimida: el subte. Y entra, con Mariana. Y la imita como un chimpancé culo pelado. Mariana pide una boleta expresso. Él también. Mariana pasa el ticket por una ranurita que lo tira del otro lado. Él también. Se enciende una luz verde y Mariana pasa el molinete. Él también. Mariana camina por el costado de las vías. Él también. Mariana se mete en un vagón de un subte. Él lo mira de reojo y también se mete. Ahora está adentro y se aferra, con dos manos, al caño de metal. La mira a Mariana relajada en uno de los asientos. Él, abrazado con el caño. Por eso, ella le dice que esto no es el bondinho o el teldirigible del Pao de acucar, que no me voy a caer, porque abajo hay suelo. Entonces se afloja y ahí, entonces, se da cuenta de que son todas mujeres en el vagón. Y Mariana también. Entonces, escuchan la ley por los parlantes. Es el vagón de las mujeres. Así lo dice la ley. Hay un vagón exclusivo para ellas y él, el Niño campeche, no está respetando la ley. Hereje. Bah, según de donde se lo mire. Porque Rio lo pone siempre en su lugar. Sí, en el vagón de las mujeres. El feminismo sirve para algo, después de todo. Ya es casi el discurso dominante. Sobre todo con ese parlante que, por causa del feminismo, lo pone fuera de la ley. Pasan las estaciones como un flash. Y ahora ,ya no es el único malandro. Suben otros hombres. Por suerte siempre se pueden trnasgredir los discursos dominantes. Y de nuevo en marcha y ahora, sube a la superficie y, de golpe, montañas y montañas de favelas, casitas apiladas unas sobre otras como los bloques del basurero que junta y junta Wall-e. Pero llenas de vida. Mariana entra en pánico. Él, por primera vez, no siente angustia. Algo ha mudado. Para mal. No le producen nada. Le parecen lo más natural de esta ciudad.

miércoles, 8 de octubre de 2008

NOCHES

No puedo dormir ya. Como antes. He recuperado la noche. Trabajo hasta las cuatro o tres y media de la mañana, mientras siento el sonido de los murciélagos que rasgan el moro. Llueve y, de golpe, un viento incontenible pasa entre él y el edificio. Se forman nubes de agua y de lluvia que parecen desviarse por los contornos de la montaña y que golpean los vidrios como espíritus de una casa embrujada. Es la noche. Y extraño hasta los grillos que del otro lado de la ventana, acompañaban mis sueños de cama de una plaza convertida en cama matrimonial. Extraño el cuerpo y el abrazo.
Y cuando ya termino con el primer trabajo de Piglia y todas esas cosas comienzan a percibirse juntas, me tiro en el sofá y empiezo a ver una película. Tormenta de hielo. Otra vez, las coincidencias, como si algo las cifrara. Son dos familias norteamericanas de un pueblito pequeño de la montaña. Y la historia de cada uno. Del chico que, cuando va en el tren, lee a Los 4 fantásticos y advierte que cuanto más poderes tienen, más se exponen sus familias y que, por lo tanto, ha comprendio que, cuanto más lejos, la familia se vuelve más presente o más comprensible. Ahora su hermana, que se enamora de uno de los chicos de la familia vecina; pero que tiene sexo con el hermanito más chico, porque es adolescente y es como si quisiera dejar algo en la vida de alguien. Lo desnuda en su habitación y se mete con él debajo de las cobijas; mientras él le dice que la ama y ella se ríe, perversamente, porque sabe que mandó al otro a una cita falsa para quedarse a solas con su hermano. Y ahora los padres. De hielo, lo más frío. El padre del chico del tren y de la chica perversa que se acuesta con la madre de la otra familia. Pero apenas insinúa que su esposa sospecha algo, la mujer lo deja solo en la cama del cuarto de huéspedes. Y entonces, una noche, la misma noche donde aquellas escenas de los demás personajes son, llegan con su esposa a una fiesta. Sorpresivamente, una mujer sonrisa los asalta con una panera en la puerta y les pide las llaves. No entienden; aunque ahora, sí. El juego de las llaves. La mujer, furiosa, comprende que su marido lo sabía todo el tiempo a eso y lo insulta. Pero no le va a dar el gusto. Lo obliga a quedarse y llega el momento de escoger las llaves. Entre los presentes está su vecina y el marido. Pero no le toca a él, sino a uno de los más jóvenes y fuertes. Y quiere levantarse y detenerla; pero de la borrachera se cae y tienen que asistirlo y dejarlo, tirado, en el baño. Ella queda sola en la sala, con el marido de su vecina -amante de su esposo. Y se miran y sacan la última llave y se meten al auto. Eyaculación precoz y ella que se siente sucia y se va a lavar, al lado de donde está el marido en el baño. Es la penúltima escena. El hermano que acude a la cita falsa de la chica perversa mira el hielo. Formaciones de cristal que penden, iridiscentes, de las hojas -acá, afuera, percibo los mismos ruidos de un agua que corre por los morros- y parecen telas de araña de figuras hermosas. El novelón sigue su marcha. La tragedia se acerca. Él, el chico que sólo lee moléculas en el mundo, tiene el destino cifrado en la obsesión. Un cable de alta tensión -valga el simbolismo bizarro- se corta e impacta sobre una baranda de metal en la cual está apoyado. Sabe que las moléculas y los átomos van a producir, en cadena, la transmisión eléctrica y cae, desplomado, en el suelo. La penúltima escena es él en brazos del amante de su madre. El hombre lo entrega al padre, con el cual se ha acostado su esposa, mientras ésta y su hija salen de la casa. Ahora, en la última escena, el hombre llora. Mientras su familia lo mira por el espejito retrovisor del auto. Pienso, inmediatamente, que los yanquees no pueden aguantar la culpa y que necesitan estas muertes trágicas para purgar -en el sentido aristótelico del término- no sólo su moralina social, sino, además, la poca tensión de una trama a lo culebrón latinoamericano que se les mete, cada vez más en la cultura.
Apago la tele y aspiro los sonidos de la lluvia y del morro. El oscuro me deja, tirado, sobre el sofá. Extraño demasiado mi companía.

lunes, 6 de octubre de 2008

Otra carta, sorpresivamente

Cristian:

Necesitaba agradecerte las felicitaciones por "los 25 años de docencia", que enviaste a Nuevo Día, pero sobre todo decirte que me alegró deducir que ese vínculo que establecimos en la etapa del secundario, ha dejado alguna "huellita" en ambos.

¿Te acordás la representación que hicieron con Carla Pandolfi en 6to. Año, para despedirse ?.....Estuvieron geniales.... No me olvido!....

Tampoco olvido, cuando te charlaba, intentando combiarte "el rumbo".....(qué ingenua..) porque con las Oímpíadas de Geografía, tenías una beca que te cubría una carrera afín...y.... yo insistía ...Cristian.. tenés gran parte de tu vida solucionada: el costo de la carrera y la posibilidad de engancharte laboralmente..

Cosas de vieja estructurada.... no ?.....

Ha corrido mucha agua bajo el puente.....y te digo sintéticamente lo que expresé en la escuela:

Comparto con Adrián Paenza, cuando dice: "La matemática tiene mala prensa"... y yo agrego ..y los profes que la damos cargamos en nuestra mochila con esa imagen...

Ciencia que ladra.... no muerde...

y... sus profesores tampoco....

Sólo damos señas de que cabalgamos......

Un beso y abrazo bien sentido

Isabel


Si tenés tiempo y ganas contame algo de tu vida. Sé que estás en Brasil .-

Buenos dias,

Si usted tiene el pasaporte valido en su poder y las tarjetasmigratorias no hayningún problema, puede regresar a la República Argentina con ese documento.Sus datos migratorios quedan en el sistema de migración. Tiene 90 días paraturismo.llegando al país, tiene que solicitar un nuevo DNI.Atentamente.

RESPUESTA

Estimado Sr:

Desgraciadamente va a tener que hacer una denunica por extravío o destrucción del DNI ya que, si bien va a poder salir, usted está registrado en la Policía Federal como ingresado con otro documento y ése es el que le requerirán. Ante cualquier duda le ruego entre en contacto con el Consulado Argentino en Rio, cuyos datos aparecen en esta misma página.
Atentamente

Quoting Cristian Molina :">http://ar.mc552.mail.yahoo.com/mc/compose?to=molacris@yahoo.com.ar>:

A quien corresponda:

Mi nombre es Cristian Julio Molina. Soy profesor en Letras y me encuentro en Rio de Janeiro, de visitas en la casa de una amiga, en la categoria turista. Tuve un problema con mi DNI, ya que terminó destrozado por un lavarropas. En mi poder conservo el pasaporte (que no está sellado) y las tarjetas migratorias selladas, con las fechas de entrada. Mi consulta es para saber si debo realizar algún trámite o si puedo salir del paí­s con el pasaporte, sin ningún problema y realizar la petición de un DNI en Argentina.

Desde ya, muchas gracias.

Saludos cordiales,
Cristian Molina.

sábado, 4 de octubre de 2008

SE ENCUENTRAN SHAKESPEARE Y VICTOR HUGO, HACEN VOCES INCREÍBLES, PERO CREAN UN MONSTRUO

Una excelente película para un buen comienzo. Fuimos a ver Intimidades de Shakespeare y Victor Hugo de Yulene Oilazola. Hace dos noches atrás pensaba, mientras escribía El trencito del amor, que todavía no tenía conocimientos de una película enteramente contada por la voz de sus protagonistas que nos relaten la historia, sin que la historia sea más que por la voz. Para mi sorpresa. La orquesta de voces, en una forma documental, pero como si fuera un cuento, exactamente así; una orquesta de voces e imágenes y gestos que nos cuentan una historia, es la base de la película. Voces que nos relatan no sólo la vida de José, sino cómo los personajes la recuerdan, la reconstruyen, la vivieron. Y esas voces dejan ver el amor de cada uno, la admiración de otros, la necesidad de ocultar el secreto. Los gestos en la pantalla, como contrapuntos y complementos del relato y la imagen de ese personaje que dice llamarse de una manera; pero que al final de cuentas es nadie o no, es el monstruo. Y acaso ése sea uno de los puntos flojos: la asociación del genio artista y loco; por un lado; y la del homosexual, con una historia truculenta que justifica moralmente su sexualidad y su manía asesina. El homosexual que asesina mujeres por su condición y por su pasado. Me cansan estas películas que victimizan al homosexual; pero no dejan de mostrarlo como monstruo. Monster, Andrés en Resistiré, etc. No es necesario un pasado truculento para decirse gay, para decirse homosexual, a pesar de que tengamos el mismo. Pero en todo caso, ese pasado no nos hace gays. Porque todos, homosexuales o no, tenemos una parte negra de la vida y no por eso, por eso malo, nos volvemos gays, como si el mal nos hiciera gays y después nos corrompiese hasta volvernos mosntruos. Hay que dejar de victimizarse y asumir que nos gusta lo que nos gusta porque ante lo que sea, bueno o no, hicimos una elección de la que ni siquiera nos acordamos o porque el cuerpo nos lo pide. De todos modos, insisto, la película es muy buena, si salteamos esto. Y sobre todo, es el primer largometraje del director. Las imágenes, las voces, la mujer que baja las escaleras al revés porque tiene problemas de rodillas. El montaje cortado de las imágenes. El tipo que está a punto de llorar porque no puede reconocer que lo quizo al loco, a La Flaquita vestida de novia y con alpargatas. No puede, no. Por la que lo llama a cada rato por teléfono y corta el relato. Pero no la cámara. Ni el montaje que pasan a la voz de Rosa. Rosa que descubre que La Flaquita la amaba y que borra su nombre del te amo Rosa, porque la gente nunca va a poder comprender algo así. Aunque su nieta, que filma el documental, tal vez sí. Esas voces me hicieron crujir la sangre. La voz. Lo poco que nos queda de los otros. Los restos de una identidad. La diferencia absoluta de los otros. La voz.

viernes, 3 de octubre de 2008

MI IDENTIDAD TRITURADA POR UN LAVARROPAS

Busqué el documento durante horas. Revolví cajones, abrí mochilas. Le saqué los libros de Mariana, los míos, sus bolsos, los míos. Nada. Por ningún lado. Ni rastros. Seguro que lo dejé en el Hostel, pensé. Pero no. Fabián me dice que no por el chat, que ni siquiera está por error entre los libros que llevó. Entro en estado de desespearción. Cómo vuelvo. ¿Me pueden decir? No sé. La verdad que no sé. Sube la adrenalina. Me imagino en la misma situación que con el cartao de embarque, con la negra diciéndome que no tengo nada que acredite que yo soy yo y Lula con las esposas en las muñecas y después el calaboso o quién sabe; una cámara de torturas y papelitos y los de las embajadas. Entro en desesperación. ¿Hago la denuncia? Y dónde y dónde pido otro documento. En Botafogo vi la Emabajada Argentina. Me voy hasta ahí. ¿Me voy hasta ahí? Le pregunto a Fabián. Y no, tengo el seguro de viajes. Está pago, si algo pasa, que lo llame, me dicen Laura y Sandra. Y llamo. La mujer computadora primero. La otra, humana, después. Que con el pasaporte está todo bien. Puedo salir con el pasaporte. ¿Y si me piden el DNI? Le dice que lo extravió o que se le rompió. No se haga drama. O eso creo entender. Me sube la adrenalina y el DNI que no aparece. Sabía que esto iba a pasar. Necesitaba reafirmar que ya no era el mismo, concretarlo en acto. La puta madre. Y me voy al lavadero. No puede ser. Miro otra vez arriba de la mesada de la pileta. No puede ser. Es. Las tapas solas de lo que era un DNI, traslúcidas. Y toda mi ropa con las ruinas adheridas del papel. Migajas. Y en el bolsillo del pantalón un bodoque de cartón. Lo saco. Mi foto suelta, torcida. Lo pongo al lado del pasaporte. Miro las dos fotos. No soy ni uno, ni el otro. No soy nada. O soy eso que no son esas fotos. Ni siquiera tengo algo que acredite que tengo el nombre que creo todavía tener. Río me dejó en ruinas; pero no hay ninguna ropa a la que adherirme. Menos aún a mi tía que, según mi mamá, otra vez tuvo problemas cardíacos. Se agitó, la inyectaron. El corazón, de tan bueno, no le da más. No sé si cuando vuelva, aunque sea, la voy a tener a ella, ni tampoco, si todavía sigue allá, si me va a reconocer. No quiero que Rio me cueste otro cadáver. Me tengo asco.

jueves, 2 de octubre de 2008

EN HONOR A BLENDERS -GUILLO-: PIZZAS NO BAIRRO DASPU(TAS)

No fue una Caipirinha, Estefy; pero intenté que, al menos, fuera una cerveja. Tampoco. Algo en la noche lo hizo imposible. De Todos modos, quise salir. No quedarme encerrado, seguir, como Blenders hubiera querido al borde de la ironía dolorosa y corroída por su nada. Y El niño Campeche se sumó a un roteiro que hacía un amigo de Silvia por Lapa. Hacía dos semanas que me había contactado con él, para pedirle hacerlo. Y fue, aunque dudó antes de hacerlo. No estaba bien. Pero después, El niño Campeche se convenció de que podía ser la forma de decirle chau a Blenders también o quién sabe; tal vez no chau, porque últimamente, ayer, digamos, cuando bajé del colectivo, entablé un diálogo con él y con Lelia; un diálogo que sabía que era en vano; pero que alguna parte de mí quería creer; aunque luego, la otra parte, no y se sobrepuso: en estos casos siento que creer en la posibilidad de la vida eterna o de la existencia de Dios o de un coro de almas en una dimensión invisible, me solucionaría los vacíos, el dolor del vacío; pero no; sé que todo es ilusión (odio que el psicoanálisis me haya dejado esto. Pensé que el roteiro podía servir. La noche, Lapa, la cerveja, la comida, los travestis, las mujeres, los hombres deformados, la música. El mundo de Blenders. Así que el Niño campeche fue. Salimos de una Catedral céntrica y paseamos. Éramos siete. Sólo faltaba el coro de murciélagos, Blenders. Pero no se puede todo. Sin embargo, cuando llegamos al Bairro daspu(tas); efectivamente, me di cuenta de que era la forma adecuada de decirle chau a Blenders. Un callejón oscuro por el que brotan mujeres con cueros y en cueros y con tacones y hombres, también, con jeans y camisas ajustadas y cigarros y muchos bares, repletos, más adelante, en otro callejón y las pu sobre las veredas, en las ventanas, en las puertas, exhuberantes. Era la noche de Blenders. Y cuando todo terminó y quise tomar una cerveja, en el bar, no había. Entonces, decidí cambiar el exceso y comer, también por Blenders y acaso con él, unas cuantas pizzas, hasta el atracón. La oscuridad y los personajes corroídos, decadentes, fueron el agasajo de Blenders. Y a mí también me hizo sonreír hasta el final.