El
Bondinho (
telesférico) es lindo. Se balancea. Me da miedo siempre cuando estas cosas arrancan. Por eso me agarro de las estructuras de hierro; si se desfonda el piso, no puedo ni debo caerme; me quedo prendido a los caños, como una garrapata y con la otra mano, lo manoteo a
Fabián y nos salvamos. Si se cae, lo cual es
improbable, según nos dicen (no como en la película del agente 007, donde el villano corta los cables y se va todo a pique), si eso ocurre, hay que saltar justo cuando va a hacer impacto en el suelo para no quedar como un acordeón. Eso pienso, imagino; nadie me lo dice. Y pasamos sobre
URCA. Allá los militares; allá las casas, Mariana y el apartamento en una de ellas, y allá los militares de nuevo y allá la Playa
Vermelha y, del otro lado, la
Praia de los militares. Como para que haya una
favela. Por suerte el
bondinho no se cae y
entrancamos perfecto, en el Morro de
URCA, el primer descanso del
Pao.
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