No duermo. Me revuelco como una ballena encallada en el sillón. Y los ojos gigantes aunque los fuerce a cerrarse por la presión en la cabeza y las cervicales duras, tensas, que no aflojan y me despiertan, a cada intento por dormirme. No hay caso. No me voy a dormir. Y pienso en la revista que no puedo hacer, en los poemas y libros que no puedo publicar. Dinero. Nada más. No le busquemos más vueltas. No hay plata en el arca del Niño Campeche; apenas si llega a fin de mes. Vive bien, eso sí. Se da la gran vida. Pero no le alcanza para publicar y se va a quedar sin lectores. ¿Sí? Bueno, eso cree. Aunque capaz que ahora no puedan leerlo. MMM. No es tan bueno. Más bien le gusta escribir. Siente la necesidad y la descarga de algo cuando lo hace porque piensa que alguien va a leerlo. Nada más. Como si todo se resumiera a eso. Pero nadie lo lee, de hecho. Y tampoco le importa, va a seguir escribiendo, a pesar de su nada, de su insignificancia, no se va a negar a sentir lo que le pasa en los dedos, en la boca, en la cabeza, en la panza, en la chota cuando escribe. Y a eso, ni el insomnio, ni la máxima lamborghiniana -primero publicar, después escribir- van a impedírselo.
primera vez
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Usaste el “yo sabía…"
como variante al “yo también”
(sin eso
hoy habría nada)
así
esquivando el romanticismo a pesar tuyo
nos salvaste
Hace 4 años
1 comentario:
che, yo te leo
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