lunes, 13 de octubre de 2008

DOMINGO 12

I

Fui a la playa. Por segunda vez después de meses, me meto al agua. Helada. Sandra está tirada con Mariana en la orilla. Yo, en sunga, me revuelco en las olas y en la arena. Trago sal, mucha. El Niño proletario no tiene cultura playística. Hablamos tanto que la lengua me queda hinchada. Tirados en la arena. El niño sobre un paneo que dice Rio. Cidade maravilhosa. Turquesa. Hay sol. Quema la cabeza, los ojos, deshidrata la piel. No entiendo qué tiene de divertido tomar sol, fuera de mirar cuerpos en los alrededores. Nada más. Ahora soy una ameba, en el agua, fría, y me hago pis. Pero no puedo, porque cuando el agua golpea en la panza, la vejiga se contrae y no sale nada. Pero me hago. Y hace frío. El Niño campeche, entonces, se frena. entierra los pies en la arena para que las olas no lo arrastren y se hace el que nada. Pero nada. Mira en los alrededores. Se concentra. Y la vejiga cada vez menos y con más ganas. Una chica se le viene arriba. La arrastra el mar desde unos veinticinco metros. Son olas inmensas y él clavado, sin poder. Fue la Coca zero. Cuando toma mucha, siempre le hace esto. No hay nada más diurético. Sandra y Mariana siguen hablando, a lo lejos. Él clavado en la arena y sin poder drenar el punzón agudo. No puede más y sin embargo, no hay forma. Pero lo va a hacer. Clavado en la arena. Y parece que ahora, finalmente. Pero no. Una tabla de surf le pasa cerca y casi le da en la frente. Ni eso le va a desenterrar los pies. Vuelve a mirar las olas. No soporta más. Entonces comprende que, cuando el mar se contrae, la presión disminuye abajo. Todo es cuestión de sincronizar. Viene la ola. Cuando se vaya. Sí, ahora, así. Por fin. De a poco o todo de golpe. No importa. No daba más. Y otra ola se le viene arriba y piensa que se va a tragar lo que está largando y le da asco. Pero no le importa un carajo. Ya está; así, sentir de a poco el vacío.


II

Pasa un cartel que dice Gay parade em Posto 6. Se ve en el aire, arriba, colgando, alargado, de un avión. Y Mariana quiere ir. Debe ser el exotismo. Saber qué es sentirse entre gente rara. Imagina el Niño. Entonces, caminan. Por el costado. Sabe lo que se va a encontrar y quiere proteger a Mariana. Prefiere no advertirle nada. Van por el costado. Sabe que la va a shockear.
Él ya está acostumbrado. Apenas pasan por Arpoador, se ven las filas de una multitud sobre la playa, excitada, al ritmo de una música electrónica, potente. Es el delirio. Los travestis con cuernos y en cueros, los culos por todos lados. Algunos, diablitos-diablitas y miles de camiones o colectivos con terrazas y con grandes, gigantes parlantes, y encima de los techos darck y travestis y chicos en boxer, desnudos, moviéndose, eléctricamente, sin freno. Se retuercen como serpientes en celos. Es, son, el clisé. Y no hacenmás que confirmarlo. Le da bronca eso. La confirmación de la imagen GAY.Con su frivolidad sensual montada en espectáculo. Los travestis que se sacan fotos con los heteros, que los ven como un exotismo y se ríen porque van a guardar ese recuerdo en su cuaderno de rarezas, de cosas locas que hicieron alguna vez. Y ellos que se venden. Posan para las camaritas, con unos, con otros. Imagino que estuvieron un año preparando los trajes que tienen. Y la plata que deben haber gastado. Los colectivos se ponen en marcha. Nosotros también. Arriba, se sacuden los cuerpos, sexis cuerpos exhuberantes. Y abajo, miran, bailan, saludan, sacan más fotos. Es el espectáculo. Un desfile del clisé. Para que la sociedad los siga poniendo en ese lugar y se siga sosteniendo el mercado del sexo y del estilo gay careta. Y nos metemos a un bar. Comemos un salgado. Filmo. Pienso que la gente del blog no me va a comprender. Y filmo. Y por los parlantes, en medio del quilombo, piden que firmen en favor de la ley contra la HOMOFOBIA. Parece que están por sacarla en el Senado. Van a ir presos los homofóbicos. Que no soporten el estilo gay. ¿Esto es ser gay? Si es así, creo que voy a ir preso. Mariana está enojada. Yo no, ya me acostumbré. Pero no sé si la sociedad tiene que aceptar un clisé; es más, no debe hacerlo para no condenarnos a todos al significado español de gay como un estado permanente. Yo también soy fiestero, divertido y puto. Pero también puedo ser serio, llorar, vivir una tragedia y no sólo la Fiesta. Como todos. Detesto este clisé que desfila para que la sociedad "lo acepte" y nos reproduzca en serie bajo este molde, sin matices ni alternativas. Confirme el prejuicio. De todos modos, entiendo la necesidad de gritar la identidad que no se acepta, de llevarla al extremo, en un momento, como en un carnaval, para hacer posible un minuto de felicidad. Pero el carnaval, cuando se termina, funciona como la tragedia griega. Pura catarsis que no cambia nada. Deja o mantiene el poder y todo igual. Me como otro salgado. Atrás, se apilan a orinar en filas. Se miran la micción. Se hacen gestos. Se pierden, felices, por la praia. Otros sólo juegan en la arena. Se mojan en el mar. Ojalá fuera una fiesta de todos. Y no de un gheto. Ojalá los de las favelas bajaran y completaran el show. Y así, nos divertiríamos juntos. En Copacabana. O donde fuere.





























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