lunes, 27 de octubre de 2008

LA ZONA LIBERADA DE URCA II

Y ya está ahí. Con Fabián había ido una vez. El Niño Campeche quiere encontrar un mono; como para pegar mico. Pero ni eso. No hay uno solo y el mar, al costado, lo corta todo con el turquesa desplegado entre morros-islas y embarcaciones y más cuerpos en los costados. Es un camino en plena floresta del morro, una lengua de cemento que lo enrosca y lo da vuelta y lo mete a él en túneles de árboles y flores. Es la tardecita ya -las seis y media de la tarde. Se arrepiente de no haber ido a correr por ahí. Algo, en el cuerpo comienza a aliviarse. El ruido del mar, los colores, la vegetación. Postales en la vista. Y la persecuta por la camarita con la que no para de sacar fotos. De ninguna manera. Y sabe que lo miran y se siente intimidado. Primero un tipo con mochila que parece alpinista; de esos que practican trepar las rocas con soguitas y estacas para sentirse que lo pueden todo. Le mira la camarita, de hecho. Y se la guarda en el bolsillo. El montanista se pierde, por atrás. Y el Niño se calma. Unas escaleras que ascienden al descanso del Pao de Azúcar. Ni en pedo las subo. Ni loco. Uh, el viejo feo y lascivo de ahí enfrente. Flaquito raquítico con remera roja y pantalón de jean. Un asco. Lo mira como para. Y le baja la cabeza. Lo peor, si uno no quiere acceder en estos casos, es seguir la mirada. Así que baja la cabeza. Y sigue. Otra vez el miedo; y si lo miraba para robarle y lo persigue. No, el viejo es puto, boludo; te quería levantar. ¿Tanto se te nota? SE TE NOTA, COMO A TODOS, POR SUERTE, SINO CÓMO SOBREVIVIR EN ESTA JUNGLA HETEROSEXUAL. Y sigue. Ahora es el rubio de pelo rapado. También le echa el ojo como para. Y otra vez baja la mirada. El cielo es celeste, intenso. No se termina más este camino y ya empieza a sentirse incómodo. Ahora, hay montanistas que trepan como monos las rocas y pescadores en las laderas del morro; al filo del mar que le golpea los pies. Y un olor raro a. Sí, cómo les gusta la mariguana a estos guachos y en cualquier lado, sin problemas- Una parejita, en uno de los bancos al costado. Dele que dele a la mariguana y el olor que me asfixia. Lo pasa el rubio por el costado y lo mira de nuevo para. El Niño campeche. Baja la cabeza de nuevo. Y mira para otro lado. Llega al final. Un grupo de hippies le canta al mar una especie de música a lo Bob marley, mientras se pasan una pipa. Ni quiere llegar a sentir el olor de lo que aspiran. Porque le agarra dolor de cabeza después, dada su condición campeche. Así que pega la vuelta y ve que el tipo rubio se paró enfrente, lejos, y lo mira. La concha de la lora. Cómo hubiera sido si hubiera insinuado algo. Lo pasa. Los árboles tapan la visión y lo meten en túneles de flores y hojas y lianas. El rubio lo vuelve a pasar y se para al costado del camino, como recién y lo mira. Nuevamente. El miedo empieza a sentirse. ¿Y se me quiere robar? La puta. No, es PUTO; boludo, es PUTO y se dio cuenta de vos. Nada más y va a tirar todas las líneas, como todo PUTO, para hacerte caer. Minga. Sigo. Soy una chica casada y, aunque así no fuera, difícil. Tengo el NO -histérico, por cierto- fácil. Desahuciado y sin respuestas, el rubio se mete en la selva. Me río. No puede ser tan vendida la perra. Paso enfrente, cerca de la baranda, bien del otro lado por donde se metió. Y sigo. Poco después, otra vez pasos que corren en la espalda. Cerca. Me doy vuelta, porque parecen que me van a chocar. y es el rubio que, si no me corría, me llevaba por delante. Del lado donde se había metido, sale, ahora, como un avión y con la cara larga, el viejito escuálido de remera roja. Me río. Se debe haber querido morir cuando se lo encontró al anciano, en el medio de la jungla como un orangután en celos. Ya la tarde se va y la praia Vermelha aparece allá enfrente. No vuelvo a saber nada del rubio; tuvo el espanto merecido, en este lugar que ahora entiendo que cumple la función de espacio liberado, paradójicamente en un área que lleva el cartel en el portón de Área militar. Me río, perversamente, de saber que siempre hay resquicios que escapan al poder y al control más riguroso. Y que, generalmente, es en el centro, bien desde el centro, de donde nacen.

1 comentario:

Anónimo dijo...

QUÉ HIJO DE PUTA!!! NO PARO DE REÍRME