jueves, 9 de octubre de 2008

EL METRÓ

El Niño Campeche nunca había ido en subte. Pero hoy tiene que ir cerca del aeropuerto. Y a las siete de la mañana y no queda otra. Sale. Se toma el 511A que lo deja en Botafogo y ahí entra en la boca al túnel. El 511A es el Metró na superficie, o sea, un metronibus que va por la calle y que conecta con el metró, el que va por los túneles como un gusano a velocidad virtual. No va solo, porque si fuera solo, el Niño se va caminando con tal de no subir al metró de una ciudad extraña y con un sistema que andá a saber cuál es. Es lo único de la tecnología que lo intimida: el subte. Y entra, con Mariana. Y la imita como un chimpancé culo pelado. Mariana pide una boleta expresso. Él también. Mariana pasa el ticket por una ranurita que lo tira del otro lado. Él también. Se enciende una luz verde y Mariana pasa el molinete. Él también. Mariana camina por el costado de las vías. Él también. Mariana se mete en un vagón de un subte. Él lo mira de reojo y también se mete. Ahora está adentro y se aferra, con dos manos, al caño de metal. La mira a Mariana relajada en uno de los asientos. Él, abrazado con el caño. Por eso, ella le dice que esto no es el bondinho o el teldirigible del Pao de acucar, que no me voy a caer, porque abajo hay suelo. Entonces se afloja y ahí, entonces, se da cuenta de que son todas mujeres en el vagón. Y Mariana también. Entonces, escuchan la ley por los parlantes. Es el vagón de las mujeres. Así lo dice la ley. Hay un vagón exclusivo para ellas y él, el Niño campeche, no está respetando la ley. Hereje. Bah, según de donde se lo mire. Porque Rio lo pone siempre en su lugar. Sí, en el vagón de las mujeres. El feminismo sirve para algo, después de todo. Ya es casi el discurso dominante. Sobre todo con ese parlante que, por causa del feminismo, lo pone fuera de la ley. Pasan las estaciones como un flash. Y ahora ,ya no es el único malandro. Suben otros hombres. Por suerte siempre se pueden trnasgredir los discursos dominantes. Y de nuevo en marcha y ahora, sube a la superficie y, de golpe, montañas y montañas de favelas, casitas apiladas unas sobre otras como los bloques del basurero que junta y junta Wall-e. Pero llenas de vida. Mariana entra en pánico. Él, por primera vez, no siente angustia. Algo ha mudado. Para mal. No le producen nada. Le parecen lo más natural de esta ciudad.

No hay comentarios: