jueves, 13 de noviembre de 2008

ÚLTIMOS MINUTOS

Doy vueltas en el departamento como un gato en una bolsa de conejos. El pasaporte, la denuncia del documento y la mierda de la tarjeta de embarque que nunca apareció y me voy a tener que hacer cargo del viaje y la concha de la lora y el sobrepeso y todo el quilombo del semáforo y esta mochila de mierda que pesa más que mi gordura adelgazada. Quiero explotar, salir, volar y, cuando me doy cuenta, no. Quiero quedarme. En este departamento, en esta vida burguesa de dos meses. Toda la vida así. Pero no. Tengo que volver. Quiero estar allá, también. Y ya me doy cuenta de que otra vez soy dos. En dos lugares, con la necesidad de estar en ambos al mismo tiempo. En realidad, ahora son tres: Rosario-Leones-Rio. Quisiera estar en los tres. Que mi espacio sea los tres. No abandonar los morros, ni estar pared, ni ese cuadro con corazones en el living. Nada. Pero no es posible. Y suena el portero y me fala el Taxi. Y cierro la puerta y le digo Chau, departamento, chau. Te voy a extrañar en mi tarro de conservas. Y doy dos vueltas de llave abajo y cuatro arriba y ya no veo nada más y me quedo con la última imagen de un pajarito de alas abiertas colgado de un hilo, al costado de unas cortinas con las que tapé el morro para que no me retenga.

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