Esto fue el regreso al Rio sin morros ni mar. O a este espacio hecho de tres lugares que ya no puedo descifrar por separado. Hay idiomas y voces extrañas, raras, pero son las mismas o parecen las mismas, también. Qué sé yo. El auto está sobre la ruta. Atrás, Leones, adelante, Rosario y, si sigo, Rio. No sé qué decir ni si me dejó o no algo, esta experiencia que, ahora, sobre la ruta con eucaliptos, termina. Tal vez, sí. La posibilidad de ser todos, en una breve brecha de tiempo. El Cempeche, el burgués, el villero. Los tres, en un mismo mundo que fulguro, por fuera de la ventanilla, mientras termino de llegar a un punto que, solo ahora, o desde hace pocos días, sé que nunca dejé.
Saber
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Nunca pensé
que pudiera ser yo
la que quisiera irse.
La sabana tirante,
la pared azul,
seis escalones
ridículos
hasta el baño.
Hace 3 años
2 comentarios:
casi me haces llorar, me encanto
Conozco esa hilera de eucalyptos al costado de la ruta, jaja. Buen post, un poco de capa caída.
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