
Cada uno cierra de maneras diferentes. El Niño Campeche tuvo su ataque de ansiedad o la necesidad de volver a hacerlo todo en un día. Desde el lunes, come y
re prueba todos los sabores. Va al bar da
URCA, donde comió el Bombón chocolate con
Fabián; pero no lo encuentra. Seguirá siendo todo un misterio o una desaparición ese postre. A
Ipanema, al bar donde se comen tortas enfrente de una plaza cercada por barrotes de hierro. Y de ahí, a la
Travessa y compra los libros que le faltaban. Y después, vuelve a
URCA y se clava dos salgados en la
loja Laguna. Y no lo puede evitar. Necesita subir al Pan de Azúcar, por tercera vez. Tiene, tengo que saciarme,
hartarme de
Rio, como si fuera la última vez

que vengo. En realidad, lo es; todavía no entiendo cómo llegó acá. Él, un Niño Campeche en un viaje internacional; mientras sus viej

os y amigos y los otros, del barrio, allá en el campo... ¿Tanta plata da la literatura después de todo? Eso no dicen las biografías. Es un detalle que siempre se oculta. O algo nos pedimos de la historia o alguien insiste en mentirnos en pos de
andá a saber qué fines.


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