jueves, 18 de septiembre de 2008

PAO DE ACUCAR II

El Bondinho (telesférico) es lindo. Se balancea. Me da miedo siempre cuando estas cosas arrancan. Por eso me agarro de las estructuras de hierro; si se desfonda el piso, no puedo ni debo caerme; me quedo prendido a los caños, como una garrapata y con la otra mano, lo manoteo a Fabián y nos salvamos. Si se cae, lo cual es improbable, según nos dicen (no como en la película del agente 007, donde el villano corta los cables y se va todo a pique), si eso ocurre, hay que saltar justo cuando va a hacer impacto en el suelo para no quedar como un acordeón. Eso pienso, imagino; nadie me lo dice. Y pasamos sobre URCA. Allá los militares; allá las casas, Mariana y el apartamento en una de ellas, y allá los militares de nuevo y allá la Playa Vermelha y, del otro lado, la Praia de los militares. Como para que haya una favela. Por suerte el bondinho no se cae y entrancamos perfecto, en el Morro de URCA, el primer descanso del Pao.

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