Ya es la noche. Sólo lucecitas en los morros. Infinitas. La tarde la pasamos abriendo ventanas entre los callejones por donde se dejaba ver Rio, las casitas de Rio apiladas unas sobre otras en medio de morros y árboles. Increíble. Así fue todo. Subir morros y pasar por calles que abrían la visión al infinito urbano de más callecitas y casitas de colores. Ahora estamos en un bar. Entramos a tantas lojas ya. Ahora, no. En un bar, tomando la octava cerveja. Afuera bailan y tocan furiosos unos tambores y cuerpos la Samba más popular y hermosa. Hay uno que me da risa, con su pantaloncito ajustado y de colores turquesas. Se contornea y mueve las caderas hecho toda una diva. Es el clisé. Y ahora el otro clisé. Pero este tipo latinoamerican lover de una XXX. El mozo. Babeamos los tres. Sonríe. Y nos hace tomar otra cerveja más. Ahora, la lengua degusta, adentro y por primera vez, el otro clisé, más popular, uma feiyoada. Entran todos los sabores juntos del Brasil, adentro, deliciosos. La naranja, el chorizo, el cerdo, los porotos, el arroz, la farinha con chicharrón, suponde de pollo. ultra light. Pero no importa. Delicioso. Es como el locro argentino. El típico guiso popular. Profundo, cargado de historia y ya la cerveja o qué sé yo me pierde. El sabor es tan profundo que pierdo mi memoria argentina y no puedo escribir m
Saber
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Nunca pensé
que pudiera ser yo
la que quisiera irse.
La sabana tirante,
la pared azul,
seis escalones
ridículos
hasta el baño.
Hace 3 años
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