domingo, 7 de septiembre de 2008

SUEÑO

Mariana quería ir a la Praia chi Ipanema. El día anterior, yo también. Pero hoy no. Anoche hablé con mi hermana, la Lore. Mi tía casi no se quiere levantar de la cama ya. Me duele hasta la punta de los dedos. No puedo escribir casi. Sólo dormir. O no; volver y que ella se levante y comience a caminar y vuelva a tener setenta o sesenta y no ochenta y cuatro. Me vine igual; a pesar de que los médicos no nos dieron esperanzas. Me vine. Y la angustia no puede aguantarse. No sé si cuando vuelva ella va a estar o no. Sólo sé de la angustia que me hace doler los dedos y que hoy me hace agarrar sueño. Ganas de encerrarme, de no salir para no ver que el mundo se mueve y su aire nos oxida. Quiero creer que nada se mueve. Que el tiempo no es. Ni yo tampoco. Me tiro en la cama. La pérdida de la conciencia me va a calmar con un poco de placer. Es domingo y es triste. Me tiro a la cama. Como mi tía-madre. Pero yo me voy a levantar; aunque me duelan los dedos, al menos por unos sesenta años más. Me voy a levantar y cuando vuelva a Leones, la voy a sacar a dar una vuelta en su silla de ruedas motorizada y me voy a reír con ella, para no llorar, para decirle en ese gesto que la amo y que me gustaron siempre sus papas fritas. Las que no como desde hace un año y, creo, nunca más podré comer. Mejor me voy a seguir durmiendo.

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