sábado, 6 de septiembre de 2008

PRAIA CHI IPANEMA

Es casi de noche y veo el agua. No es igual que en Urca. Menos que en Mar del Plata. Dan miedo. Las olas. Y me mojo hasta la vista que mira cómo los dos tipos se besan y se revuelcan en la arena. Ojalá Argentina fuera... La arena y el mar salado me van a curar las heridas de los pies. Por correr en un suelo que no es el mío. Las piedritas de la Bahía de Urca me sacan ampollas cada vez que impacto en ellas. Y los pies enllagados. Pero me va a curar el agua y la noche. Esa noche.
Este mar es intimidante. Violento, tanto como mi mundo de infancia. Me asusta esa violencia. La misma que en el morro de Ipanema, en el fondo de la praia se ve extenderse en lucecitas sobre la ladera de favelas. Y que se va a comer a Rio en cualquier momento. Y merecidamente. Porque se puede hacer algo desde el poder, sólo hay que hacerlo. Pero no. Se prefiere controlar la violencia con cercos militares, sin cambiar el fondo de la cosa. Igual que en Argentina, frenar el hambre con plan trabajar de cien o doscientos pesos. Pero peor que Argentina, más multiplicado y con un arma en la cabeza y con la gente que asimila como normal esa voracidad de las lucecitas que la vigilan desde el morro y que cualquier día se les van a venir encima y no va a haber militar que resista. Tal vez por eso el mar es tan violento; para que le temamos a él y no tengamos que matarnos entre nosotros.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Desde la pecera acristalada veo la plaza casi vacía si no fuera por la pareja sentada en el banco, un auto bordó, la bici, muchos gorriones vuelan aprovechando el buen tiempo, el sol...Cuento las horas, no pasan. Ya pasarán.
Ojo Mojado